La guerra contra el Borbón

Estamos en un mundo en guerra y esta se libra en los mares. El maltrecho Carlos II El Hechizado, ese rey Habsburgo con cara de no enterarse de nada, ha muerto sin descendencia en noviembre de 1700 y en su última voluntad ha legado el trono a Felipe de Anjou, nieto de Luis XIV de Francia. El desequilibrio es brutal a favor de los franceses y la mayor parte de Europa suscribe contra ellos una alianza. A ingleses, holandeses y alemanes no les mueve solo el objetivo de reequilibrar las fuerzas, sino que ansían repartirse lo que quede del imperio español, sobre todo el control del comercio con América.
La guerra y los problemas económicos interrumpen los viajes hacia las Indias durante una década. Pero en 1706, la flota de Tierra Firme, un grupo de galeones capitaneados por el ‘San José’, sale de Cádiz rumbo a Cartagena deIndias. De allí a Portobelo, en Panamá, un infierno de fiebres y humedades donde se intercambiaban los cargamentos por metales preciosos.

Tras dos años de problemas, enfrentamientos con el virrey de turno y un montón de corruptelas, los españoles deciden regresar a Cartagena. Les han avisado de que hay ingleses en la costa y que puede haber gresca, pero los mandos españoles con JoséFernández de Santillán a la cabeza, después de deliberar, desoyen las advertencias y se lanzan al mar cargados de un inmenso botín de oro, muy seguros de que podrán escabullirse. La mala suerte les acompaña. Para empezar, se demoran unos días por la falta de viento. Y luego no son capaces de mantener el mismo ritmo de navegación en el convoy. Mientras navegan a paso de tortuga, los ingleses les sorprenden a escasas millas deBoca Chica, una de las entradas a Cartagena.
Durante varias horas, la batalla es una sucesión de maniobras, persecuciones, cañonazos, un montón de humo y un calor asfixiante que se hace aún más intenso cuando el fuego se apodera del ‘San José’. No se sabe aún si es un balazo de uno de los barcos ingleses, el ‘Expedition’, o si se trata de un cañón español que explota en el interior del barco, los testimonios de los ingleses y una decena de supervivientes españoles difieren o son poco claros. Lo único seguro es que el ‘San José’ se va a pique llevándose consigo a su comandante, Fernández de Santillán, a todos los oficiales y a casi toda la tripulación. En total, unos 600 hombres. Son las siete y media de la tarde del 8 de junio de 1708.
Los detalles de la batalla, los testimonios de los protagonistas y la aventura del ‘San José’ desde su construcción hasta su final están recogidos en varios legajos, documentos y libros académicos. De estos últimos, el más completo y que ha servido para hacer este brevísimo resumen se titula ‘El tesoro del ‘San José’. Muerte en el mar durante la Guerra de Sucesión española’ y es obra de la catedrática de la Universidad de Minnesota Carla Rahn.

La profesora reconstruye todos los detalles de la historia y llega a algunas conclusiones que sirven para separar los hechos de la leyenda. Entre otras, que el tesoro no llegaba a los 10 millones de pesos de la época y que las cifras de las que hablaba García Márquez en ‘El amor en los tiempos del cólera’, medio millón de millones, estaban algo exageradas. También sirve para dibujar la personalidad de los marinos españoles. No siempre los que más mérito habían cosechado para conducir los buques; a veces demasiado obsesionados con medrar, a veces demasiado tozudos, a veces demasiado manipuladores.
Esa es la amenaza que existe sobre el tesoro. Que quienes lo obtengan lo vendan y las monedas acaben dispersas en las casas de miles de coleccionistas y locos de la numismática. «Desde el punto de vista de la inversión, comprar monedas antiguas no es una buena idea», señala Javier Santacruz Cano, economista de la Universidad de Essex. «Para empezar, existen problemas con el patrimonio. Si se compran en el mercado negro, las piezas pueden tener un gran deterioro. Hay que saber además qué porcentaje de oro tienen. Además, hay muchas falsificaciones. Por cada moneda real hay cuatro o cinco falsas. es ganas de complicarse la vida».
Con aproximadamente 45 metros de eslora y unas mil cincuenta toneladas de desplazamiento, el San José era una nave muy marinera para la época, pero que excesivamente cargada de marinería y pasaje, más allá de lo que albergaba en sus suculentas bodegas, estaba muy penalizada para una maniobra de evasión o combate directo por sobrecarga.
Pero el momento fatídico al final asoma por el horizonte. El gemelo del San José, el San Joaquín, en descubierta para generar una maniobra de desviación, recibe las primeras andanadas de una jauría proveniente de Jamaica intentando atraer a las naves inglesas, pero la precisa información de que disponían estas, hace que se embarquen en una persecución a muerte de la nave capitana. Hacia las siete de la tarde y con la noche avanzando inexorable, la fragata inglesa Expedition, que había perforado el velamen del San José privándole de maniobra, consigue encajarle una andanada severa en la misma línea de flotación creando una abertura entre obra viva y obra muerta imposible de achicar; otra andanada a quemarropa en medio de un fuego intenso por ambas partes estalla el galeón español desintegrándolo, probablemente por impacto directo en la santa bárbara.
De los seiscientos tripulantes, la escalofriante cifra de quinientos noventa mueren en la deflagración quedando el mar teñido de un mosaico de horror. La nave se va a pique en menos de diez minutos.
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